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martes, 13 de marzo de 2007

A TRAVÉS DEL ESTRECHO

Pasaban las horas bajo el negro infinito de la noche. El silencio callado por las olas y el sabor a salitre impregnado en las ropas eran cuanto podía percibirse.
Atrás quedaron los momentos de una vida que desde entonces habría de aferrarse a los recuerdos.
Cada una de las veintisiete personas que aquel día ponían sus vidas en manos de un mar oscuro y profundo, tenía acumuladas tantas experiencias negativas que el frío de la noche y el incierto final del viaje no hacían más que ahondar en una monótona vida de indescriptible crueldad.
Sólo la esperanza de una nueva vida, de un nuevo y luminoso horizonte donde alcanzar con la mirada, seguía manteniendo a flote la pequeña y agrietada embarcación.
Esperanzas y sueños lejanos de un mundo idealizado donde encontrar los momentos perdidos que nunca antes podrían ni tan siquiera haber sido soñados.
Tras la oscuridad el día y tras la esperanza la desolación de un final accidentado, de una llegada a puerto sin recepciones ni hospedaje, sin rumbo ni bienvenida.
Sentimientos enfrentados de miedo por el futuro y de pena por el pasado.
Y sin embargo alegría. Alegría de haber llegado.

J. Massanet

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